El 20 de Noviembre he visitado el Horno Cooperativo de Artajona.
Emaiguzu gaur egun honetako ogia - Danos hoy nuestro pan de cada día y eso
es lo que hacen Daniel, Iñigo e Iñigo todos los días del año
ininterrumpidamente.
Para las 8.30 ya tenemos el pan de Artajona en las tiendas y ello es
posible porque estos 3 trabajadores están desde las 5 de la mañana amasando y
horneando el pan que vamos a comer nosotros.
El edificio donde está el horno se fundó en 1949 y el horno actual lleva
funcionando incansablemente 40 años según me comenta Daniel.
Además del sabroso pan que hacen, también elaboran ensaimadas y difentes
tipos de pastas que tienen mucho éxito entre los Artajoneses.
También se mantiene el horno abierto 1 vez al mes para que los Artajoneses
puedan hacer sus propias pastas.
Gran labor la que hacen este trío de panaderos que manejan la masa con mimo
y con acierto. Es una suerte que antiguos oficios como este todavía se
mantengan vivos en el pueblo.
Eskerrik Asko por la acogida que me habeís dispensado.
Al final de las fotos vienen unos apuntes históricos sobre la elaboración del pan sacados del libro de etnografia de Artajona de Jose María Jimeno Jurio
Extracto de los cuadernos de etnografía de Artajona de Jose María Jimeno
Jurio:
En la última década del siglo XIX son: 17 panaderos.
La abundancia de panaderos revela la
existencia de hornos pequeños en las casas de quienes se dedicaban a la
elaboración de pan para la venta, y un sector de población que no posee hornos
en sus casas.
En la primera mitad del siglo XX los
hornos de las casas no se utilizan ya. Los mecánicos que funcionaron, sobre
todo en el segundo cuarto de siglo, han sido absorbidos por un único horno
dependiente de la Caja Rural
En
esta primera mitad de siglo nació la «Fábrica de harinas», que vino a sustituir
a los molinos de 'grano. Tras una etapa de trabajo, ha cerrado también sus
puertas
Como
veremos con más detalle, los utensilios empleados en el horno doméstico eran la
artesa, el tiraltoqui, cedazos, ungunero, trapo barredor y
palas. En los hornos mayores de las
panaderías empleábase, además, una horquilla de hierro sujeta a un palo largo,
para introducir la leña en el horno.
En
las Hojas catastrales del año 1891 figuran 19 panaderos, todos ellos
agricultores, y algunos ricos terratenientes, como Juan Arellano y Pelegrín
Arroiz. Se trataba en estos casos de familias que elaboraban pan para venderlo
a vecinos que carecían de horno. El sistema de trabajo era idéntico al de los
particulares, diferenciándose únicamente por la cantidad de la harina
trabajada. En algunas casas ricas que tenían servidumbre, debían elaborar
normalmente más pan que estos panaderos, a juzgar por el tamaño de los hornos
conservados. En dichas hojas de 1891 figuran ya varios de los que más tarde se
dedicarían primordialmente al oficio de panadero: Prudencio Cuesta, Mauricio
Guembe y Carlos Garayoa.
El
horno
Hasta
finales del siglo pasado se amasaba y cocía el pan en las casas Casi todas las
casas, excepto las más pobres, tenían su pequeño horno. Donde había sitio
abundante se construía en los graneros del segundo piso. Era más común
habilitarlos junto a la cocina, en el primer piso. En algunos casos se dispuso
en dependencia separada de la casa, aunque esto parece solución bastante
moderna. En 1940 se construyó un horno familiar saliente y voladizo al exterior
del primer piso de una casa.
La
planta suele ser ovalada. El de la casa de Pablo Vital mide 1'60 metros de
largo, 1'20 de ancho y 0'60 de altura máxima. Los de construcción más moderna
tienden a ser circulares, con un metro aproximadamente de diámetro. Van
cubiertos por un casquete. Los antiguos eran de ladrillo, yeso y cascos de
teja; se ven vestigios en algunas casas. Los más modernos se hicieron con
adobes especiales de sección trapezoidal, con las caras menores hacia adentro.
Se revocaban al exterior con yeso. Para guardar el calor (calorio) del horno,
el casquete se recrecía con arena o tierra. El solar o piso interior suele ser
de piedra arenisca. La piedra dura se abre; la arenisca se desgasta, pero no se
abre. El tipo tradicional de boca es un arco abierto en una piedra. Carecía de
puerta y durante la cocción se cerraba con una chapa o lata. En la base de la
boca sobresalía una piedra en la que se apoyaba la pala. La puertecita del
horno estaba protegida por la campana de la chimenea. A un lado, o debajo del
horno, había un espacio rectangular cerrado, denominado cenicero. En él se
depositaban las cenizas y el fuego extraído del horno. Normalmente se emplazaba
en un rincón, con un grueso travesaño o viga de pared a pared, sirviendo de
apoyo a la delantera. La base cargaba sobre los muros y el travesaño, ya que
tenían que soportar mucho peso. En otros casos, los pequeños hornos, en forma
de medio huevo, eran sostenidos por una armadura de tres pies derechos de
madera. Tampoco faltan casos en que se construyeron sobre el hueco de la
escalera, con la boca abierta a una dependencia llamada «masandería». Han
desaparecido casi todos los hornos familiares. Los que existen, ya no se
emplean. Unicamente conozco un caso en que sigue empleandose para hacer
rosquillas o pastas. Fueron sustituídos por las panaderías particulares. Estas,
a su vez, por el horno cooperativo.
Masanderias
A
principios de siglo montaron algunas familias de panaderos las primeras
«masanderías», mecanizadas por tracción animal. A este sistema lo llamaron
«malacate». Junto a la masandería (habitación donde se trabajaba la harina y en
la que estaba el horno), había una cuadra para el caballo o animal utilizado en
la faena del amasado. En la cuadra había un eje vertical de madera, apoyando su
parte inferior guarnecida de hierro, en una piedra fija; tenía una vara
horizontal, perpendicular al eje, a la que se enganchaba la caballería, como en
las muelas de los trujales. En la parte superior del eje, una rueda dentada
accionaba otro horizontal de hierro que penetraba en la masandería, moviendo
mediante un engranaje el árbol impulsor de las hélices de la artesa. La
caballería, girando en torno al árbol y haciéndolo dar vueltas, ahorraba el
esfuerzo del amasado a brazo, como había sido habitual hasta entonces y
continuaba siéndolo en las casas particulares
El año 1928 se instaló la primera maquinaria impulsada por electricidad. El resto de panaderos no tardaron en adoptar el sistema. Hiciéronse grandes hornos. Por este tiempo se traía pan de Puente la Reina, vendiéndose en la «Casa de la Joya». La mecanización, con la garantía de la calidad del pan y del ahorro del trabajo doméstico, hizo que se comenzara a dejar de amasar en las casas, ahorrándose cuidados y esfuerzos. En el quinquenio 1930-1935 desaparecieron muchísimos de los hornos domésticos. Hacia 1937- 1941, volvióse al amasado en las casas, llevándose el pan a cocer a los hornos de las panaderías. El año 1949 la Caja Rural, previo convenio con los panaderos, decidió instalar una panadería moderna. Casi todos los particulares cerraron sus establecimientos, excepto uno que estuvo trabajando hasta 1969.
Utensilios
Los
utensilios empleados en las casas para elaboración del pan eran: artesa,
tiraltoqui, cedazos, ungunero, trapo barredor y palas. La artesa era una vasija
de madera, estrecha y larga, de forma troncocónica invertida, generalmente de
pequeñas dimensiones, y fácilmente transportable. Solía estar colocada cerca
del horno, sobre dos poyos. A veces se llevaba a la cocina, colocándola sobre
dos cajones, sobre todo en los años en que se quitaron los hornos y se llevaba
el pan a las panaderías para su cocción. Las casas más importantes que tenían
servidumbre (pastores, Criados y criadas), solían tener una dependencia
especial, llamada «masandería» o «el horno», donde estaba la artesa, de gran
tamaño, fija sobre pies de ladrillo y yeso, cerca del horno.
El
tiraltoqui, llamado también por otros arialtoque, irialtoqgi, es un utensilio
hecho con dos palos largos, cuyos extremos iban fijos en dos soportes que
apoyaban en la artesa. Servía para cerner la harina, haciendo deslizar sobre
los palos el cedazo. Algunas mujeres ataban dos cedazos juntos para cerner con mayor
rapidez. Otras colocaban dos palos de escoba sobre la artesa, accionando el
cedazo sobre ellos. En todas las casas había cedazos (ceazo), con telas de
distintos calibres para cerner la harina. Durante el siglo pasado se emplearon
para ciertas prácticas de adivinación. En algunas casas más importantes y en
las panaderías se utilizaron posteriormente los tornos, de que se conserva un
ejemplar. Era un gran cajón en cuyo cuerpo superior va un torno con tres tipos
de seda para cerner. En el cuerpo inferior lleva tres cajoncitos, a los que iba
cayendo la harina. Se accionaba con una manivela. La harina se ponía en un
embudo de madera, tal como venía del molino, quedando así seleccionada la flor
(que se guardaba para hacer pastas), la segunda y la tercera, saliendo
finalmente el salvado, que era recogido en un capazo. Para llevar el pan
amasado en casa a los hornos de las panaderías, se utilizaron cajones bajos y
cribillos, que las mujeres transportaban sobre la cabeza, colocándose el brute,
paño con el que hacían una rosca. El ungunero, orgunero, fungunero, forgunero,
era un gancho de hierro, de distintos tamaños, aplicado al extremo de un mango
de madera. Los empleados en los hornos caseros son pequeños, y mayores los de
las panaderías. Servía para sacar el fuego del horno antes de meter el pan.
Trapo barredor: Palo a cuyo extremo iba atado un trapo que se mojaba antes de
meterlo al horno. Empleábase para barrer la solera antes de meter el pan a
cocer. Palas: Las había de distintos tamaños y tipos en las panaderías. En las
casas se utilizaban palas pequeñas; algunas mujeres metían el pan con una tabla
cualquiera.
El
mejor combustible para el horno se consideraban las aliagas por dar mucha llama
y calentar pronto. Se empleaba todo tipo de leña que había en el campo:
chaparros, sarmientos, artos, artascos, alzurrunes, escobones, espliego,
untinas, etc. Se limpiaba de leña todo el campo. Decíase que «estaba más limpio
que el culo de un choto». Cierto artajonés solía exclamar, al contemplar la
escasez de leña en el término: «Pobres venideros! No van a tener un palo pa
calentarse!
Materia
prima
La
harina empleada desde tiempo inmemorial ha sido la de trigo. La calidad de la
harina dependía del grano, de la molienda y del cernido. Durante el período de
escasez 1938-1940 se amasó pan de centeno '(pan negro), aunque se ponía harina
de trigo para «elaborear» (mezclar la levadura con la primera harina). En esta
época se hizo también ocasionalmente pan de maíz, llegándose a mezclar a la de
trigo o centeno alguna porción de harina de maíz o de cebada, e incluso patata
cocida.
Empleábase
levadura natural. Para hacerla, al terminar de amasar se guardaba siempre un
poco de masa en una cazuela, puchero o tazón. Se conservaba todavía mejor en
una hoja de berza fresca. Cuando se había de guardar muchos días, se ponía
aceite en la vasija para que no se secara demasiado ni se formara costra. El
día anterior al de amasar se preparaba la levadura. A esta operación la
llamaban «recinto». La levadura se deshacía en agua templada y harina, sin sal,
dentro de la artesa, disolviéndola y revolviendo con las manos. Antes de
principiar a hacer el recinto se santiguaban, costumbre seguida después por
todos los panaderos. «Cuando se va a hacer la levadura hay que hacer siempre En
el nombre del Padre». Esta primera masa fermentaba por espacio de diez o doce
horas. La levadura natural se empleó siempre en las casas. En las panaderías
comenzó a utilizarse «Levadura Hércules» desde que empezó ésta a fabricarse en
Pamplona, hacia el año 1908, generalizándose entre los panaderos por los años
1923. Actualmente se emplea levadura artificial en el único horno panadero.
Elaboración
del pan
Antes
de amasar se calculaban los kilos de harina para los diez panes que normalmente
solían hacerse. El amasado lo hacían las mujeres y los hombres, preferentemente
éstos, por el esfuerzo que exigía. Para ello se ponían una mandarra (de
arpillera generalmente) atada a la cintura. La harina se colocaba en la artesa
y se hacía un pocico en el centro. En él se iba poniendo el recinto o levadura
preparada, agua y sal, mientras se iba revolviendo, echando a la vez harina en
la masa, batiendo con fuerza con ambos brazos, con las palmas abiertas mientras
la masa era blanda, con los puños cerrados cuando se ponía más dura y
resistente. Los brazos describían simultáneamente un rápido movimiento
rotatorio de arriba a abajo, y de fuera adentro. La calidad del pan dependía en
gran parte de la energía y del trabajo del amasado. Hasta la aparición de las
máquinas se amasó a brazo, y en las casas particulares siempre. Esta operación
solía hacerse hacia las ocho de la mañana, para entrar el pan en el horno hacia
las doce. Para hacer el «pan escaldado» se empezaba echando poco a poco en la
artesa agua hirviendo, revolviendo la masa al principio con un cucharón, y
continuando después a brazo con agua fría. Terminado el amasado se dejaba la
masa «a dormir» en la artesa, «para que se cueza el pan». En este tiempo es
cuando el pan «se ahueca*. La masa espolvoreada con harina por encima, se
tapaba con ropa blanca (sábanas viejas, filtros) para que no se pegase,
poniendo encima mantas, sacos o ropa vieja de abrigo. Algunos calentaban la
ropa blanca en el hogar o con un calentador, teniendo cuidado de que no
estuviera muy caliente para evitar que la masa se pegara.
Poco antes de entrar el pan al horno se llenaba éste de leña y se encendía. Cuando estaba muy caliente y la leña quemada, se sacaba el fuego con el ungunero a un pozal o barreño viejo; la ceniza se dejaba en el cenicero, que algunos hornos tenían debajo, o en el de la cocina. Seguidamente se barría, quitando las zaborras, y el rescoldo del suelo con el trapo barredor. No siempre se conseguía hacerlo perfectamente, y era común sacar el pan con trocitos de carbones pegados en la parte baja. Entre tanto, se preparaban los panes, poniéndolos debidamente separados en un cajón o cribillo. Se introducían en el horno con la pala, cuidando que no se tocaran. Para evitar la salida del calor, la boca del horno se cerraba con una lata o chapa de hierro, siempre suelta, que se sujetaba apoyando sobre ella una piedra. El pan tiene cuatro fermentaciones: de la levadura del recinto, de la masa en la artesa, del pan en el cribillo, y la del horno. Si el pan está mal fermentado, la miga es menos jugosa, más amazacotada y apelmazada. «Tiene más correa». En tales ocasiones solía decirse: «M'ha salido el pan un poco pesáu~. Si los panes se colocaban dentro del horno demasiado juntos, al fermentar se tocaban y salían pegados. Se le llamaba «pan besáu~. Para ver si el pan estaba suficientemente cocido, se miraba por la boca. Hacía falta experiencia para no engañarse fácilmente por el color, ya que dentro el pan parece más tostado que fuera. El tiempo de cocción se calculaba con la práctica. A pesar de todo, unas veces salía poco cocido, otras quemado ( chiscorriáu ) . El pan se sacaba con la pala de madera a una canasta, pasándole un paño por el fondo para limpiarlo, y guardándolo después en lugar fresco. En algunas casas ricas, como la de Arrasate, tenían unas vasijas tejidas de esparto y cáñamo para guardarlo
Tostones:
Para las Navidades y como postre, se hicieron también en algunas casas unas
tortas denominadas «tostones». Rosquillas: Pastas de repostería casera. Se
hacen de distintos tipos, según se añada a la pasta manteca, yema de huevo,
etc. Para hacerlas solía reservarse la flor de harina. Hecha la masa y revuelta
con un cucharón de madera, se la extendía sobre una mesa, adelgazándola con un
rodillo de madera hasta dejarla plana. Para la obtención de las piezas se
presionaba sobre la masa con el borde de un vaso o taza, que hacía de molde.
Existían moldes metálicos de formas diversas, que se accionaban por medio de
una especie de asa. Ocasionalmente se empleó harina de centeno por los años
1937-40. La angceca o paa de anaceca, eran panes hechos con menudillo y
salvado, con algo de harina. En el pueblo casi no se hacían; eran más bien los
pastores salacencos quienes lo amasaban para darlos a los perros. Era un pan
negro que se cocía en los hornos, aunque algunos pastores también los comían.
No se ha conocido pan de maíz. A los talos de harina de maíz se les llamaba
maizopiles o porropiles. El maizopil se hacía colocando la masa, muy aplanada,
en las chapas de la solera, o bien colocándola entre las dos parrillas de hierro
sobre el hogal. Algunos, los menos, los llevaban a los hornos en latas. Se
hacían solamente en las casas, nunca en las panaderías. Su empleo decayó antes
de la guerra de 1936
El
pan que se amasaba en las casas para una semana, por lo menos, ha sido
sustituido por el «bollo» o barra de pan, suministrado diariamente por el Horno
cooperativo
Rituales
en torno al pan
Al
pan, antes de empezar a cortarlo, se le hacía una cruz en el revés, y se
besaba. Se. decía que era la cara de Cristo. Jamás se dejaba el pan «boca
abajo» sobre la mesa ni en el suelo
La
persona que hacía el amasado del pan o la masa de mondongo, hacía una gran cruz
encima de la pasta, pegando con el canto de la mano derecha sobre ella.
























